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lunes, 13 de septiembre de 2010

"Dios ama más tu libertad que tu salvación"

Primeros Pasos - Vincent Van Gogh

“Pá í tengo la impresión que mucha veces los padres de familia no aman a sus hijos, porque tienen miedo de la libertad de ellos”.

“Explícate mejor porque no entiendo”.
“Tengo un chico de la catequesis que debe recibir la Confirmación y la Iglesia le exige un padrino o madrina. Él miró a su alrededor y se dio cuenta que el único que podía ayudarlo en la fe era un adulto amigo suyo.
Habló con su mamá, ella se puso furiosa porque a quien él había elegido como padrino no era de la familia y porque ella había ya decidido que el padrino de su hijo tenía que ser un tío (al cual este chico nunca ve). Al contrario este adulto es un compañero en el camino de la fe del hijo.
Querido Padre, mirando a este hecho me di cuenta como a nosotros padres nos cuesta amar la libertad de los hijos. Nosotros que tenemos la pretensión de saber cuál es el bien para nuestros hijos”.
“Querido hermano muchos padres tienen miedo de la libertad de los hijos, los protegen muchos porque no quieren que crezca, que alcance su madurez. Un hijo no puede llegar a su madurez si no es a través de la libertad. Nosotros padres tenemos miedo de la libertad de los hijos, que son la imagen de la libertad de Dios.
Esto ocurre también dentro de la Iglesia: no amar a la libertad de los feligreses.
Si el hijo fuera llevado a su plenitud sin libertad, no podría ser feliz.
Muchos padres tienen miedo de afrontar el desafío de la libertad. Por eso son súper protectores o “buscan sistemas tan perfectos para que el hijo sea bueno”, diría T. Eliot.
Pero los hijos no son nuestros, como la vida no es nuestra. La libertad humana, aún debilitada por el pecado original, sigue siendo un signo indeleble de la criatura de Dios.
Amar la libertad de los hijos, es amar su destino. Es claro que un padre no puede permitirlo todo, tiene que indicar un camino, pero sin dejar de preguntarse ¿Cuál es el bien para mi hijo? Esta pregunta no es tenida en cuenta el padre o la madre, como en el caso de tu chico, se transforman en dueño del destino del hijo, y así no lo educan, sino que lo castran, eliminando el deseo del hijo.
Porque el deseo de algo verdadero, bueno y grande, viene siempre de Dios. Y si el amigo me ayuda más a vivir la fe que mi tío, ¿por qué no puede ser mi padrino? Cortar este deseo es imponer mi voluntad y no la de Dios.
Por eso quiero recordar a todos los padres de familias que Dios ama más tu libertad que tu salvación”.

P.B

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