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sábado, 18 de diciembre de 2010

La irracionalidad e irrazonabilidad de los “racionalistas”

No es de extrañar ya que como decía Benedicto XVI (Vigilia con los jóvenes JMJ Sydney, 19.07.08: “La sociedad contemporánea atraviesa por un proceso de fragmentación debido a una forma de pensar que es, por su naturaleza, de corto alcance porque deja de lado el horizonte completo de la verdad, verdad relativa a Dios y a nosotros. Por su misma naturaleza, el relativismo no consigue ver el cuadro entero. Ignora los principios que nos hacen capaces de vivir y crecer en la unidad, en el orden y la armonía”
Cada vez se hace más imperativa la necesidad de encontrar una explicación a la existencia, de hallar un justo lugar en el rompecabezas del cosmos, de poder decir algo más aparte de que se ha nacido, se ha reproducido y, sin duda, se morirá. El corazón humano (síntesis de razón y sentimiento) lo exige. Cierto que cuando se comprueba que muchas cosas que se nos ha dicho no son más que mentiras transmitidas a través de generaciones con el mero fin de asegurar la continuidad de la especie, uno se siente traicionado y por ello nace en el interior un profundo resentimiento.
Pero cuando el hombre, olvidando que la razón (en cuanto que es apertura total a lo real, por su misma naturaleza es relación con el infinito, relación que se manifiesta en la exigencia de una explicación total), tiene su culmen en la intuición de que existe una explicación que supera su medida, pretende por sí mismo definir el significado global de todo no puede evitar caer en la exaltación de su punto de vista, de algún punto de vista determinado.
Reivindica, entonces, la dimensión de totalidad para un aspecto particular, una parte del todo se exagera y se infla hasta el punto de “definir” la totalidad.
Es lo que sucede con estos que se dicen “racionalistas” y por eso llegan a actitudes irracionales e irrazonables. En lugar de que la razón sea una apertura a la realidad, la han convertido en algo que limita lo real. Dado que la razón por su misma naturaleza, al ponerse en movimiento intuye el misterio y la imposibilidad de captar el significado total con sus propias posibilidades, quieren rebajar la identificación de lo real a algo que puedan comprender, a algo que por consiguiente esté dentro de su propia experiencia y sólo a eso se atienen.
Y entonces este punto de vista intentará encajar dentro de su perspectiva cualquier otro aspecto de la realidad. Y como se trata de una perspectiva parcial de la realidad, este intentar encajar todo dentro de ella llevará necesariamente a obviar u olvidar alguna cosa, a reducir, negar y rechazar el rostro completo y complejo de la realidad.
(Uno de los “racionalistas” voceros de la campaña pro-apostasía indica, por ejemplo, que “la Iglesia Católica Apostólica Romana ni sus postulados dogmáticos, místicos (y por lo tanto irracionales) me representan, además de oponerme a la divulgación de ideas sobrenaturales que no condicen con la realidad material”)
Se trata de una elección que altera y distorsiona el rostro verdadero de toda la vida, porque todo se verá dilatado o disminuido, exagerado u olvidado, alabado o marginado, según la implicación que tenga con el punto de vista elegido, con el factor que se haya elegido.
La degradación que se produce de la misma razón conlleva a que se tenga la pretensión de que ésta sea la medida de lo real, es decir, que la razón pueda identificar y por tanto definir, cuál es el significado de todo. Paradójicamente, estos que se dicen “racionalistas”, “agnósticos” y “ateos”, no se dan cuenta de que pretender definir el significado de todo quiere decir, en último término, pretender ser Dios.
Observando los últimos comunicados de la “racionalista” campaña pro-apostasía no se deja de ver ciertas perlas (paradójicas y contradictorias).
 No obstante que la apostasía es el acto formal de renuncia a una fe o religión (incluso en la página web del movimiento “Apostasía colectiva: No en mi nombre”, los organizadores, que se declaran ateos dicen: “La apostasía, no solo se aplica para los ateos y agnósticos, sino que está destinada para aquellos ciudadanos judíos, protestantes, musulmanes, budistas, sijistas, y de cualquier otro credo”), es evidente que la campaña está dirigida únicamente contra la Iglesia católica ya que más delante en la página citada podemos leer, contradiciendo lo anterior: “[la apostasía] no es una declaración de ateísmo.
Cada cual puede seguir profesando creencias en otras religiones; ¡con la apostasía sencillamente uno pasa a declararse no-católico!”. Todo el material, “procedimientos”, “cartas”, “formularios” sólo hablan de la Iglesia católica.
No es de extrañar además que no es nada nuevo. Ya desde hace años se han realizado varias campañas de apostasía dada la posición de la Iglesia  a la que califican de “totalmente irrespetuosa” - para con ciertos colectivos: obstaculiza, dicen, proyectos de las minorías, como los homosexuales, o contraria a la práctica de determinados “derechos” por parte de las mujeres [aborto, contracepción, etc.]; porque, como se lee en la página citada, “sigue inmiscuyéndose en asuntos privados [eutanasia, suicidio asistido, etc.]; porque sabe que la naturaleza, tal vez [(¡¿lo están reconociendo?!] no requirió algún creador para formarse y evolucionar, etc.”.
Aseguran que por eso es cada vez más difícil permanecer en una “organización reaccionaria, ultraconservadora”, que beatifica a quienes definen como “reaccionarios, retrógrados y de extrema derecha” y, además “roba los bienes del pueblo”, mientras levanta templos con el dinero del pueblo [cuántos de ellos habrán dado el diezmo].
Terminan diciendo que no pueden pertenecer a una “organización que nos cuenta entre los suyos para aparentar [¿cuántos censos ha hecho la Iglesia en su bi-milenaria historia? ¿quiénes son los que si viven haciendo ostentación del número de adeptos?], aunque no practiquemos sus ritos irracionales [¿quién lo juzga?], y que se aprovecha de la costumbre social impuesta hace siglos”.
Cada quien juzgue y compare con lo que su corazón le dicta.
En estos días, en nuestro país a imitación de otros, se ha puesto en marcha una campaña “racionalista” de apostasía. Tal vez porque es evidente que va en contra de la Iglesia católica, algunos  medios de comunicación, en especial radiales, le han dado toda la publicidad posible. Es una campaña con “las acusaciones”  de siempre y llena de lugares comunes, tan conocidos y sabidos.
G. L

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Dios no tiene necesidad de que se crea en Él para existir

En estos días, a raíz de la opinión (basada en una teoría) de un científico, Stephen Hawking, quien en un libro “The Grand Design” (El magnífico diseño) escribe que el concepto de Dios “no es necesario para explicar la creación del Universo porque las leyes de la física bastan para explicar su origen” (en “Breve historia del tiempo Hawking sugería, en cambio, que esas leyes postulan la existencia de un ser superior), uno de esos “filósofos opinadores” o “columnistas” que suelen haber en los diarios paraguayos, con un algún estilo literario pero un razonar no muy humano (su falaz “erudición” deja mucho que desear), una vez más se viene lanza en ristre contra Dios, las religiones (a las que culpa de todos los males del mundo) y sobre todo la Iglesia católica (que estúpidamente busca destruir a como de lugar).
El “articulista” aduciendo que “fe y ciencia no son compatibles”, “razona” una conclusión: Dios no existe. Ya en otras oportunidades se ha despachado contra el Ser Supremo, el Dios de los creyentes, con el argumento macizo de que son más los crímenes que se han cometido en nombre del Señor mismo que en las épocas y lugares donde su presencia escasea. Y alaba el ateísmo como lo podría hacer Ernesto Bloch, el utopista concreto del "Principio esperanza".
Cualquiera comprende que las guerras de religión no han sido comandadas por el Señor de los ejércitos, sino por los soberanos del poder temporal, ansiosos por ampliar sus territorios geográficos asaltando de paso la conciencia del asolado, imponiéndole el consuelo o el inri de la nueva creencia.
Habría que desencasillar la noción de Dios del eje de cada una de las religiones impuestas por grandes iniciados para conglomerar a sus pueblos. Una cosa son Alá, Krishna, Rama, Brama, Shiva, Zoroastro (no sé si Budha encaja), todos dignos de la veneración de quienes ante ellos se postran, pues con esa venia profunda le dan asidero a su alma inmortal, y otra cosa muy distinta el Jehova de los judíos y aún mucho más Jesucristo, la encarnación de Dios mismo que de esta forma se hizo presente entre nosotros y cognoscible a los ojos internos del hombre. Y así como barbas no tiene, tampoco historial delictivo que adjudicarle. Desde luego, los íconos históricos tangibles son poco presentables en la sociedad de la ciencia, pero tienen el poder de hacer accesibles las ceremonias de adoración, pues es casi imposible postrarse ante un concepto abstracto por más que refiera a una Persona concreta.
Yo, como muchos amigos, abandone a Dios en la edad primera, más por desprenderme de un “lastre” heredado que por el berbiquí de la duda, pero sobre todo por no entender la paradójica postura de quienes “predicaban” una doctrina, un mensaje evangélico mientras su vida estaba en contradicción con tal mensaje, a más de pregonar la necesidad irrazonable de aceptar una situación de dolor y miseria humana simplemente porque Dios lo quería así y no había nada más que hacer (eso sí, ellos desde sus charolados zapatos no vivían ese dolor ni esa miseria. Eran esos pastores de quienes el Vaticano II dice que “con su conducta religiosa, moral y social han ocultado más que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión”). Finalmente porque con la ciencia era suficiente, pensaba, para explicarnos el mundo y sus misteriosos engranajes.
Recuerdo que en el principio nos burlábamos, Zarathustras de papelillo, de quienes no sabían aún que “Dios había muerto”. Pienso ahora que la pasión tan intensa que poníamos en nuestro ateísmo obedecía a una beatitud recóndita, “pues nadie apuñala una galleta de soda” o se toma tanto trabajo para negar lo que no existe. “Contra factum non valet argumentum”. “El temor del hombre a la Nada es Dios” era nuestro estribillo. Hoy, observando a la distancia, en ese “nadaísmo” éramos una pandilla de místicos Con el agregado de que la mayoría todavía lo niega o nunca lo supo. Hasta en eso se manifiesta la majestad del Altísimo.
Leyendo bien alguno de esos artículos aparecidos en estos días, no es contra Dios los argumentos escritos, sino contra quienes se arropan en su santo nombre para justificar abominaciones. Que es lo que deben hacer quienes portan el don y la fe divina. En ese sentido, los mismos escritores “ateos” se convierten en una de las pruebas de la existencia de Dios, quien no tiene necesidad de que se crea en Él para existir.
El ser humano que no se encontró con Dios en su tránsito se perdió de la razón de haber vuelto. Y hasta allí le llegó su eterno retorno. “Dios mueve mi mano”, escribió el ateo poeta colombiano Jorge Zalamea cuando expiraba. Me solazo pensando que yo tampoco habría vuelto a creer en Dios, si Él no me hubiera hecho digno de ello.
G. L

lunes, 13 de septiembre de 2010

"Dios ama más tu libertad que tu salvación"

Primeros Pasos - Vincent Van Gogh

“Pá í tengo la impresión que mucha veces los padres de familia no aman a sus hijos, porque tienen miedo de la libertad de ellos”.

“Explícate mejor porque no entiendo”.
“Tengo un chico de la catequesis que debe recibir la Confirmación y la Iglesia le exige un padrino o madrina. Él miró a su alrededor y se dio cuenta que el único que podía ayudarlo en la fe era un adulto amigo suyo.
Habló con su mamá, ella se puso furiosa porque a quien él había elegido como padrino no era de la familia y porque ella había ya decidido que el padrino de su hijo tenía que ser un tío (al cual este chico nunca ve). Al contrario este adulto es un compañero en el camino de la fe del hijo.
Querido Padre, mirando a este hecho me di cuenta como a nosotros padres nos cuesta amar la libertad de los hijos. Nosotros que tenemos la pretensión de saber cuál es el bien para nuestros hijos”.
“Querido hermano muchos padres tienen miedo de la libertad de los hijos, los protegen muchos porque no quieren que crezca, que alcance su madurez. Un hijo no puede llegar a su madurez si no es a través de la libertad. Nosotros padres tenemos miedo de la libertad de los hijos, que son la imagen de la libertad de Dios.
Esto ocurre también dentro de la Iglesia: no amar a la libertad de los feligreses.
Si el hijo fuera llevado a su plenitud sin libertad, no podría ser feliz.
Muchos padres tienen miedo de afrontar el desafío de la libertad. Por eso son súper protectores o “buscan sistemas tan perfectos para que el hijo sea bueno”, diría T. Eliot.
Pero los hijos no son nuestros, como la vida no es nuestra. La libertad humana, aún debilitada por el pecado original, sigue siendo un signo indeleble de la criatura de Dios.
Amar la libertad de los hijos, es amar su destino. Es claro que un padre no puede permitirlo todo, tiene que indicar un camino, pero sin dejar de preguntarse ¿Cuál es el bien para mi hijo? Esta pregunta no es tenida en cuenta el padre o la madre, como en el caso de tu chico, se transforman en dueño del destino del hijo, y así no lo educan, sino que lo castran, eliminando el deseo del hijo.
Porque el deseo de algo verdadero, bueno y grande, viene siempre de Dios. Y si el amigo me ayuda más a vivir la fe que mi tío, ¿por qué no puede ser mi padrino? Cortar este deseo es imponer mi voluntad y no la de Dios.
Por eso quiero recordar a todos los padres de familias que Dios ama más tu libertad que tu salvación”.

P.B

viernes, 27 de agosto de 2010

El “matrimonio” homosexual y el relativismo moral en el que vivimos

Ciego, sordo y mudo, parece ser que esa es la posición
que muchos católicos toman delante de la realidad del mundo
Me gustaría tocar dos temas dentro de este artículo, que en realidad presentan entre sí una conexión.

Buscando algún programa televisivo interesante para ver, el día siguiente al pronunciamiento del Parlamento argentino sobre el casamiento homosexual, me paré algunos momentos en uno de los canales más importantes de nuestro país y me dolió las declaraciones de uno de los periodistas, que tal vez hoy en día, sea uno de los más importantes de este canal que decía, refiriéndose a la nueva ley que había sido aprobada en el país hermano: “Yo soy católico, pero si el Estado, que es laico, tiene que decidir sobre estos temas, yo no me puedo meter.”
¡Qué triste forma de mirar la vida! Pero lo que es más triste aún es la posición tomada y defendida por este señor que es simple y sencillamente la posición de una gran parte de los católicos, no sólo paraguayos sino que de todo el mundo.
¿El ser católico me niega el derecho, que todo ciudadano libre ostenta, de poder manifestar mi posición delante de las decisiones que toma el Estado? ¿Si no somos los católicos los que deberíamos opinar quién tiene que opinar, sólo los masones, los ateos y los agnósticos?
No, definitiva y tajantemente, ¿No nos damos cuenta que es eso lo que el mundo quiere? La Iglesia Católica, históricamente ha sufrido persecuciones, aún cuando todos decían que mandaba, y las seguirá sufriendo, ¿saben por qué queridos amigos? Porque nosotros estamos a favor de la verdad, la Iglesia ha cumplido a lo largo de su historia (con errores, claro como toda obre humana, pero con una gran diferencia: No se ha quedado nunca en los errores ajenos, sino que los abrazó) el difícil deber de ser la defensora de la vida, de la verdad, sea cual sea, es por eso que nosotros no podemos quedarnos callados ante temas como este.
Manisfestación de organizaciones homosexuales
¿Por qué no al casamiento homosexual?

“Estamos en contra del casamiento homosexual porque es pecado”, esta era la afirmación que se repetía en boca de unos y otros de los que se declaraban en contra al matrimonio gay. Una justificación de la postura que es totalmente infantil, y que a la mayoría le parecería totalmente ridícula.
Entonces, ¿por qué no apoyamos a la unión homosexual y a la homosexualidad en sí?
La explicación que parece más lógica podría ser un tratado filosófico de un filósofo alemán, ateo, que utilizando la imagen de la creación que aparece en la biblia afirma: “Para crear a la mujer al hombre le fue quitada una costilla, y en el lugar de la costilla queda un vacío. Es por eso que la costilla busca volver a su lugar; y, el vacío busca la costilla que lo llene. He aquí la explicación del enamoramiento.”
Es decir que la ontología misma del hombre es contraria a la homosexualidad, siguiendo con la imagen que utiliza el filósofo alemán, una costilla no puede juntarse con otra costilla, un vacío no se puede juntar con otro vacío, porque ¿qué queda o, mejor aún, a qué se llega? A un vacío, a una desesperación aún mayor.
Esta, queridos amigos me parece que sea la mejor explicación del porqué estamos contra la homosexualidad, porque la misma ontología del hombre va en contra de ella.
El enamoramiento, una de las sensaciones más sutiles que el corazón del hombre siente es la búsqueda de una presencia que pueda llenar el deseo de infinidad que tiene. Tampoco quedemos en que el enamorado o la enamorada puede ser la justa causa por la cual vivir, porque si fuese así la vida tendría que acabar cuando se presentan problemas.
Los homosexuales necesitan de una compañía que
les ayude a reconocer una Presencia más grande

“Los homosexuales son los peores”

Esta era una de las tantas afirmaciones con las que me encontré, pero, ¿es real esta afirmación?
Los homosexuales pasan por una patología, su deseo es igual justo, el deseo de ser amado, pero esta patología crea una imagen distorsionada de este deseo. Que nadie utilice como justificación el hecho de que la homosexualidad no es una enfermedad porque existe desde los tiempos de la Antigua Grecia. A aquellos que mantienen esta postura, les invitaría a revisar análisis psicológicos de alguno de estos hombres y mujeres y nos encontraremos que en algún momento de su vida han pasado por un fuerte trauma con la imagen paterna o tal vez la materna.
Tampoco podemos tomar posturas drásticas como el caso que se da cuando muchos gays buscan ayuda o se dan cuenta que no pueden seguir por el camino que empezaron se encuentran con las puertas cerradas o con gente que le da la espalda, entre estos aquellos que se autodenominan los “más católicos”, olvidándonos que ellos buscan satisfacer el deseo de su corazón el mismo deseo que todos los hombres tenemos.
Existe algo más grande que llena ese vacío que todos los hombres, mujeres, todos buscamos y que los cristianos llamamos Dios.

Juanki