No es de extrañar ya que como decía Benedicto XVI (Vigilia con los jóvenes JMJ Sydney, 19.07.08: “La sociedad contemporánea atraviesa por un proceso de fragmentación debido a una forma de pensar que es, por su naturaleza, de corto alcance porque deja de lado el horizonte completo de la verdad, verdad relativa a Dios y a nosotros. Por su misma naturaleza, el relativismo no consigue ver el cuadro entero. Ignora los principios que nos hacen capaces de vivir y crecer en la unidad, en el orden y la armonía”
Cada vez se hace más imperativa la necesidad de encontrar una explicación a la existencia, de hallar un justo lugar en el rompecabezas del cosmos, de poder decir algo más aparte de que se ha nacido, se ha reproducido y, sin duda, se morirá. El corazón humano (síntesis de razón y sentimiento) lo exige. Cierto que cuando se comprueba que muchas cosas que se nos ha dicho no son más que mentiras transmitidas a través de generaciones con el mero fin de asegurar la continuidad de la especie, uno se siente traicionado y por ello nace en el interior un profundo resentimiento.
Pero cuando el hombre, olvidando que la razón (en cuanto que es apertura total a lo real, por su misma naturaleza es relación con el infinito, relación que se manifiesta en la exigencia de una explicación total), tiene su culmen en la intuición de que existe una explicación que supera su medida, pretende por sí mismo definir el significado global de todo no puede evitar caer en la exaltación de su punto de vista, de algún punto de vista determinado.
Reivindica, entonces, la dimensión de totalidad para un aspecto particular, una parte del todo se exagera y se infla hasta el punto de “definir” la totalidad.
Es lo que sucede con estos que se dicen “racionalistas” y por eso llegan a actitudes irracionales e irrazonables. En lugar de que la razón sea una apertura a la realidad, la han convertido en algo que limita lo real. Dado que la razón por su misma naturaleza, al ponerse en movimiento intuye el misterio y la imposibilidad de captar el significado total con sus propias posibilidades, quieren rebajar la identificación de lo real a algo que puedan comprender, a algo que por consiguiente esté dentro de su propia experiencia y sólo a eso se atienen.
Y entonces este punto de vista intentará encajar dentro de su perspectiva cualquier otro aspecto de la realidad. Y como se trata de una perspectiva parcial de la realidad, este intentar encajar todo dentro de ella llevará necesariamente a obviar u olvidar alguna cosa, a reducir, negar y rechazar el rostro completo y complejo de la realidad.
(Uno de los “racionalistas” voceros de la campaña pro-apostasía indica, por ejemplo, que “la Iglesia Católica Apostólica Romana ni sus postulados dogmáticos, místicos (y por lo tanto irracionales) me representan, además de oponerme a la divulgación de ideas sobrenaturales que no condicen con la realidad material”)
Se trata de una elección que altera y distorsiona el rostro verdadero de toda la vida, porque todo se verá dilatado o disminuido, exagerado u olvidado, alabado o marginado, según la implicación que tenga con el punto de vista elegido, con el factor que se haya elegido.
La degradación que se produce de la misma razón conlleva a que se tenga la pretensión de que ésta sea la medida de lo real, es decir, que la razón pueda identificar y por tanto definir, cuál es el significado de todo. Paradójicamente, estos que se dicen “racionalistas”, “agnósticos” y “ateos”, no se dan cuenta de que pretender definir el significado de todo quiere decir, en último término, pretender ser Dios.
Observando los últimos comunicados de la “racionalista” campaña pro-apostasía no se deja de ver ciertas perlas (paradójicas y contradictorias).
No obstante que la apostasía es el acto formal de renuncia a una fe o religión (incluso en la página web del movimiento “Apostasía colectiva: No en mi nombre”, los organizadores, que se declaran ateos dicen: “La apostasía, no solo se aplica para los ateos y agnósticos, sino que está destinada para aquellos ciudadanos judíos, protestantes, musulmanes, budistas, sijistas, y de cualquier otro credo”), es evidente que la campaña está dirigida únicamente contra la Iglesia católica ya que más delante en la página citada podemos leer, contradiciendo lo anterior: “[la apostasía] no es una declaración de ateísmo.
Cada cual puede seguir profesando creencias en otras religiones; ¡con la apostasía sencillamente uno pasa a declararse no-católico!”. Todo el material, “procedimientos”, “cartas”, “formularios” sólo hablan de la Iglesia católica.
No es de extrañar además que no es nada nuevo. Ya desde hace años se han realizado varias campañas de apostasía dada la posición de la Iglesia a la que califican de “totalmente irrespetuosa” - para con ciertos colectivos: obstaculiza, dicen, proyectos de las minorías, como los homosexuales, o contraria a la práctica de determinados “derechos” por parte de las mujeres [aborto, contracepción, etc.]; porque, como se lee en la página citada, “sigue inmiscuyéndose en asuntos privados [eutanasia, suicidio asistido, etc.]; porque sabe que la naturaleza, tal vez [(¡¿lo están reconociendo?!] no requirió algún creador para formarse y evolucionar, etc.”.
Aseguran que por eso es cada vez más difícil permanecer en una “organización reaccionaria, ultraconservadora”, que beatifica a quienes definen como “reaccionarios, retrógrados y de extrema derecha” y, además “roba los bienes del pueblo”, mientras levanta templos con el dinero del pueblo [cuántos de ellos habrán dado el diezmo].
Terminan diciendo que no pueden pertenecer a una “organización que nos cuenta entre los suyos para aparentar [¿cuántos censos ha hecho la Iglesia en su bi-milenaria historia? ¿quiénes son los que si viven haciendo ostentación del número de adeptos?], aunque no practiquemos sus ritos irracionales [¿quién lo juzga?], y que se aprovecha de la costumbre social impuesta hace siglos”.
Cada quien juzgue y compare con lo que su corazón le dicta.
En estos días, en nuestro país a imitación de otros, se ha puesto en marcha una campaña “racionalista” de apostasía. Tal vez porque es evidente que va en contra de la Iglesia católica, algunos medios de comunicación, en especial radiales, le han dado toda la publicidad posible. Es una campaña con “las acusaciones” de siempre y llena de lugares comunes, tan conocidos y sabidos.
G. L